El hecho de que, en las pasadas elecciones al Poder Judicial, los partidos políticos no pudieran postular candidatos al Poder Judicial de la Federación corresponde a la intención de que los impartidores de justicia no quedaran sujetos a la influencia de los padrinazgos que podrían ejercer grandes actores de la vida pública, y con ello asegurar la separación de poderes propia de una democracia constitucional. Sin embargo, dicha intención dista mucho de tener aplicaciones prácticas en nuestro sistema político, donde existen grandes depredadores hijos de la democracia representativa: el presidencialismo, la centralidad, la partidocracia, las camarillas y la combinación de las élites económicas con los representantes populares.